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La Serranía de Cuenca revive su pasado celtíbero con un proyecto histórico en Tragacete

MaCELTIBERIA, AYER Y HOY

El término Celtiberia, famoso en la actualidad por referirse a una de las zonas más despobladas, se utiliza por coincidir con el territorio antaño habitado por tribus iberas y su posterior mezcla con el pueblo celta. Su histórico territorio abarca en su mayor parte comarcas pertenecientes a las dos Castillas, La Rioja y Aragón, abarcando las provincias de Burgos, Soria, Zaragoza, Teruel, Guadalajara y Cuenca. Estas tribus buscaban sus asentamientos en lugares elevados, de difícil acceso, para su fácil protección, a veces incluso con un foso y rodeados de paredes de piedra con grandes sillares.

Los castros de la Serranía, situados en lo alto de cerros, suelen ser pequeños, alojando a unas cuantas familias. Hay pocos restos, bien por el expolio que se ha hecho de ellos para la construcción de corrales ganaderos con sus piedras, o bien por la propia naturaleza que con el paso del tiempo los ha ido sepultando, entre los cuales, a poco que se cave se pueden hallar utensilios de cerámica, herramientas y monedas, lo que es motivo, también, para el expolio de los buscadores de tesoros etnográficos y arqueológicos.

Según Estrabón, los celtíberos daban culto a un dios sin nombre, al cual festejaban los naturales en las noches de plenilunio, juntándose las familias a bailar delante de las puertas de sus viviendas. Dice Tito Livio que eran «de ingenio y ánimo feroces» por el ardor con que peleaban en los combates, y que tantas muestras dieron en las terribles luchas que sostuvieron contra Roma. Eran de constitución vigorosa y robusta, altos, bien formados, y otros historiadores, refiriéndose a las costumbres de los celtíberos, dicen que vivían en lugares pequeños, y muchos de ellos en los montes y selvas, hasta que, dominados por los romanos, perdieron su fiereza y adoptaron sus usos y ropaje. Antes de esto usaban unas ropas cortas de color negro, fabricadas con la lana de sus rebaños, tan numerosos entonces, que pagaban en lana el importe de las contribuciones que les imponían.

Cubrían la cabeza con una especie de casquete adornado de plumas, rodeaban al cuello collares de perlas de metal o de otras materias, y se ejercitaban principalmente en la caza y en juegos a caballo.

Eran frugales en sus comidas y sobrios en el beber. El agua y la sidra eran las bebidas más usuales, pues el vino lo reservaban para las grandes fiestas. De la bellota, que por entonces parece que abundaba mucho, hacían un pan que sustituía al del trigo.

No conocían la moneda, sirviéndose de los frutos como objeto de cambio, y cuando había diferencias entre los objetos cambiados, se satisfacía la diferencia con unos pedazos de plata cortados en láminas.

En cuanto a sus costumbres guerreras, dice Estrabón que los celtíberos salían armados ligeramente con lanzas, escudos y espadas, y en sus escuadrones mezclaban la infantería con la caballería, la cual, en los terrenos escabrosos y difíciles, echaba pie a tierra y se convertía en infantes, como hace actualmente la caballería ligera.

La mujer compartía con el hombre las fatigas y peligros, en paz como en guerra. Le ayudaba a labrar la tierra y recoger los frutos, empuñaba la lanza y el escudo y se colocaba a su lado en los combates.

La Serranía de Cuenca, por su escarpada orografía, de difícil acceso, tiene varios castros celtíberos, con asentamientos desde la edad del Hierro. En Tragacete enclavado en pleno corazón de esta Celtiberia, podemos hallar vestigios de restos celtíberos en el castro de Los Castillejos que presenta una imponente muralla defensiva, construida con grandes sillares de piedra, y desde su elevada posición ofrece vistas panorámicas de los alrededores, señal de su importancia estratégica en la vigilancia del territorio.

En el Maíllo, paraje próximo a la Alconera y al Parque Natural del Hosquillo, entre los términos de Las Majadas y Tragacete, podemos hallar dos enclaves en sendos cerros (Oppida) poco elevados y casi nada rocosos, lo que facilitó la construcción de parideras para el ganado que aprovecharon estos pequeños asentamientos celtíberos. 

En otros casos el castro celtíbero estaba situado en lo alto de un cerro bastante escarpado, por lo que no era apropiado para la construcción de corrales de ovejas, siendo menor el expolio debido al gran esfuerzo que suponía bajar de allí arriba los enormes sillares. Por eso, estos castros rocosos en lo alto son los que mejor conservan sus restos, dentro de lo pequeños que eran estos asentamientos y de lo poco que queda en general. 

Muy próximo al pueblo de Beamud, con una antigüedad de 3000 años, hay un castro celtíbero en la Peña del Castellar.

La forma de acceder a estos castros está recogida en el blog de Toni Virtudes: Magia Serrana.

Uno de los castros mejor conservados es el castro de los Casares en Valdemoro de la Sierra, es extremadamente grande, situado entre el Arroyo del Prado Moralejo y el río Guadazaón. Data del siglo III AC. En él se distinguen los amplios pasillos, las viviendas de planta circular y los muros que rodeaban el asentamiento.

En la Huerta del Marquesado, en el yacimiento celtíbero de Cerrito del Moro, tratan de descubrir la forma de vida de sus habitantes hace 2800 años a través de restos cerámicos encontrados e incluso restos de agujas de hueso. Es un castro relativamente pequeño donde se está investigando desde hace pocos años, en el que se ha descubierto una muralla, la entrada al castro y dos posibles torres (HERÓICA ARQUITECTURA, IMBEAC).

En Vega del Codorno, cruzando el Río Cuervo y el barrio de Los Eustaquios, en un altozano rocoso, conocido como La Ermita, que domina la parte baja del valle, se cree que podría haber sido un castro celtíbero, ya que se han encontrado restos de cerámica en sus cercanías en su famosa Cueva, posible abrigo de la edad del Bronce. No ha sido investigado, ni datado, pero conserva en la cara sur un muro de mampostería, y sillares de grandes dimensiones.

En la provincia de Guadalajara, entre la sierra de Albarracín y la serranía de Cuenca, enclavado en el parque natural del Alto Tajo tenemos los restos de un castro celtíbero en Checa, en el paraje «Castill de Griegos» donde quedan los restos de la muralla muy bien conservada, con pequeños fragmentos de cerámica y de hierro labrado entre las ruinas.

Con todas las referencias que tenemos en la comarca, cobra especial importancia el proyecto de construcción de un poblado celtíbero en Tragacete, con la creación de un museo etnológico al aire libre de la época celtíbera, encabezando dicho proyecto Jesús Patón, en el cual podremos ver cómo vivían estos pueblos que nos precedieron y de los que de alguna manera somos descendientes. Con similares objetivos nació el año pasado la asociación de recreación histórica “Keltiberia” que divulgará, en todos los aspectos, este periodo de nuestra historia.

No podemos, ni debemos, huir de nuestro pasado. Lo más importante es conocerlo a fondo y transmitirlo a futuras generaciones, al mismo tiempo que podemos utilizarlo como revulsivo para toda la comarca.

Mª Pilar Muñoz Mondaray Cuenca 2025

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