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Multitud, silencio y respeto para un Lunes Santo de adelanto horario y final marcado por la lluvia

Multitudinaria, con participación masiva de hermanos y en un profundo y respetuoso silencio. Así se desarrolló este Lunes Santo la mayor parte del recorrido de la Procesión de las Siete Palabras, con el Santísimo Cristo de la Vera Cruz, hasta que a una Palabra del final, con el paso entrando en el segundo tramo de la calle Las Torres y la cabecera encarando Aguirre, empezó a llover con fuerza, las aceras se vaciaron y hubo que apretar el paso hasta San Esteban.

El adelanto horario, aprobado para 2024, si bien a causa de la lluvia y la suspensión de la procesión – tan solo hubo prédica de las palabras alrededor de la girola de la Catedral – no pudo comprobarse su efectividad, se reveló como un acierto ya desde la misa previa a la salida procesional, más participativa que nunca. Se preveía incluso en estos momentos una procesión con masiva participación: en los bancos no había un hueco libre y la mayor parte de los hermanos vestían ya la túnica.

Tras la misa, los pasos conocidos: monseñor José María Yanguas bendijo las rosas en recuerdo de los difuntos de la Muy Ilustre y Venerable Hermandad Penitencial del Stmo. Cristo de la Vera Cruz en el último año, y una quedó a los pies de la Cruz, donde florecía ya el cardo, como símbolo de resiliencia por ser la única planta que crece entre las ruinas. Mario Martorell, en sustitución por segundo año de su padre, encendió los cuatro hachones que iluminan el camino doliente de Cristo crucificado. Armando, su padre, fijaba en el frontal de las andas la reliquia del Lignum Crucis de Vellisca, después de que los hermanos que lo desearon participaran en la adoración.

La consigna por parte de la Hermandad fue clara: una vez finalizada la liturgia, formó el cortejo a lo largo de la girola. Al frente la Cruz de Guía. Tras ella, el estandarte y los faroles, seguidos de los hermanos de Mira y Villar de Domingo García, con sus respectivas cabeceras. El Coro Alonso Lobo volvió a iniciar su participación en la procesión con un motete a los pies de la Vera Cruz, como ya hicieran en 2024. El obispo, monseñor José María Yanguas, acompañado por el sacerdote y hermano Mario Valverde – predicador de la Segunda Palabra –, se ubicó tras el paso, acompañándolo hasta la Puerta de la Misericordia. Junto a él, varios penitentes, entre ellos uno vestido con el hábito de los hermanos de Ntra. Sra. de las Angustias. En la presidencia institucional, Rafael Castillejo, representante de la V. H. del Stmo. Cristo de la Luz, y Adrián Martínez, concejal de Urbanismo, Mantenimiento Urbano y Movilidad del Excmo. Ayuntamiento de Cuenca. La Hermandad incorporó además en 2024 los hachones de cierre, para dotar de mejor organización y mayor brillantez el final del cortejo.

Cuando la Puerta de la Misericordia se abrió puntualmente a las 21:30 horas, salió la procesión a una Plaza Mayor absolutamente abarrotada y en un profundo y respetuoso silencio que recordó al del Santo Entierro y al de otros Lunes Santos, como el de 2011, en que, tras el paso por Cuenca de la Cruz de los Jóvenes unos meses antes, la Procesión de la Vera Cruz se convirtió en una extensión de aquella y fue una de las más bonitas y participativas que se recuerdan. La Primera Palabra, ‘Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen’, pronunciada por monseñor José María Yanguas, llegó con anécdota, pues falló momentáneamente la megafonía y tuvo que esperar el obispo más de lo previsto para la lectura de su Palabra.

“Ésta es la primera de sus últimas palabras, que vienen a ser como el testamento de Jesús – dijo monseñor – su declaración de últimas voluntades. De algo que se lleva especialmente en el alma en la hora decisiva. Y a la vez, esas últimas palabras representan esa herencia preciosa que se deja como un bien a los herederos, a los más allegados. Como últimas palabras, tienen un peso especial, que obliga a respetarlas y a cumplirlas. Como herencia, nos enriquece al pasar a formar parte de nuestro patrimonio” reflexionó monseñor. Yanguas destacó ese perdón que Jesús implora “no para sí, sino para nosotros, en nuestro favor, que es lo que hacen las madres cuando imploran para sus hijos el perdón del padre, por la falta cometida”. Puso de relieve monseñor que Jesús, quien recibe la ofensa, es quien pide el perdón para los ofensores e intercede por nosotros. “La palabra de Jesús maravilla y desconcierta. No se conforma con pedir el perdón para nosotros. Es que, además, en su petición, rebaja la gravedad de la ofensa. Está dejando caer que, si de verdad supiéramos lo que es el pecado, no lo cometeríamos” reflexionó, para dejar en el final una pregunta para los presentes: “No saben lo que hacen, dice Jesús. Pero ¿podemos decirlo nosotros? ¿Podemos decir que cuando pecamos, cuando le ofendemos, no sabemos lo que hacemos?”.

Desde la Plaza Mayor, el cortejo descendió a un ritmo más lento del previsto, que le hizo acumular alrededor de 20 minutos de retraso al alcanzar Alonso de Ojeda. El público, muy numeroso en todo el recorrido (y con más niños que en otras ocasiones), fue haciendo silencio al paso de la procesión, incluso en la zona de bares de Alfonso VIII y Alonso de Ojeda con la Puerta de Valencia. Los dos tambores velados de la Hermandad marcaron el paso en una bajada elegante y emotiva, en la que el Alonso Lobo cantó mucho y bien. Las temperaturas, suaves, se agradecieron.

imagen Facebook del Ayuntamiento de Cuenca

En la anteplaza, en el Convento de las Esclavas Del Santísimo Sacramento, pronunció la Segunda Palabra el hermano y sacerdote Mario Valverde Martínez: ‘Hoy estarás conmigo en el paraíso’. Reflexionó en su Palabra sobre la crucifixión del Señor entre dos malhechores y el contexto que esto aporta sobre la condena y muerte de Jesús. “Lo crucifican en medio de dos que han robado lo ajeno. Sufre el mismo dolor, la misma pasión, la misma condena. Y hay dos respuestas distintas ante el mismo sufrimiento humano. Es el sufrimiento que Dios ha querido compartir con nosotros por su encarnación. Es el sufrimiento que Dios ha querido asumir, nuestro sufrimiento. Haciendo caso omiso a aquellos que le dicen ‘sálvate’. Porque no vence a la muerte huyendo de la muerte, sino asumiéndola. Y así, la muerte ha sido asumida en la victoria” reflexionó.

San Felipe Neri fue un año más el escenario para la Tercera Palabra, ‘Madre, ahí tienes a tu hijo. Hijo, ahí tienes a tu madre’, pronunciada por el hermano Fernando Díaz Miranzos. En su reflexión, el hermano aseguró que “estas palabras, pronunciadas por Jesús en la Cruz, resuenan como un eco profundo de amor y de entrega. En uno de los momentos más desgarradores de su misión, Jesús no piensa en sí mismo, sino en los suyos. En medio del tormento, Cristo mira a María, su madre, y al discípulo amado, Juan, y establece una nueva familia”. Para Díaz Miranzos, María “no solamente es el ejemplo perfecto de entrega y fe, sino también el último vínculo humano que une a Cristo a esta tierra. En ese acto de ternura y obediencia al designio del Padre, sellas una nueva relación entre María y toda la Humanidad”.

Tras pasar limpiamente y en una buena y coordinada maniobra la curva de Puerta de San Juan con el Peso, llegaba la Vera Cruz a San Andrés para la Cuarta Palabra, ‘Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?’, pronunciada por la Hermana Mayor de este año, Celia Casanova Torres: “Dios experimentando el abandono de Dios. Podría ser el resumen de lo que encierra esta cuestión. El punto y final de una vida. Pero sabemos que no, Señor. Tú nunca nos abandonarás, como tampoco lo estuviste en este fatal trance. Solo fue un momento en el que te hiciste más humano, como uno de nosotros. Como cada uno de los que, en este Lunes, te estamos contemplando con nuestras flaquezas, debilidades y egoísmos”.

Hacia las 23:20 horas llegaba la cabecera a El Salvador. Minutos después, con el Torremangana como testigo de excepción desde lo alto de la ciudad, el hermano de la Vera Cruz Julio María Checa Pérez, pronunciaba la Quinta Palabra, ‘Tengo sed’. “Santísimo Cristo de la Vera Cruz, con esta Palabra nos abres tu alma, nos muestras tu anhelo y tu amor sin medida. Nosotros, que caminamos tras tus pasos, deseamos que esta humilde procesión y acto de fe sacie tu sed. Porque verdaderamente tienes sed de nosotros, como el amigo de la amistad de sus amigos, como padre que vela por sus hijos, como pastor que va a buscar a la oveja perdida. Señor, nosotros solo queremos saciar tu sed, queremos volver a ti y fundirnos en un cálido abrazo en el que nuestro pecado se deshaga al calor de tu misericordia” meditó, para pedir en el final de su reflexión al Señor que le guíe en el camino que ha escogido: el del sacerdocio.

El cortejo llegó a la Puerta de Valencia a las 23:55 horas, aproximadamente. Antes, a la altura del puente, volvieron los banceros al paso en honor de Rafael Ladrón de Guevara, nazareno generoso y gran trabajador por nuestra Semana Santa, fallecido hace unos días. Una vez en la iglesia conventual de la Puerta de Valencia, fue la Hermana Mayor Clara María Urango Mozo la encargada de pronunciar la Sexta Palabra: ‘Todo está cumplido’. “Todo está cumplido. Todo está escrito. Todo está dicho. El Verbo ya se hizo carne y habita entre nosotros” meditó Clara, quien pidió al Señor de la Vera Cruz que “seas mi espíritu santo y mi fuerza, porque todo ha sido como tú has querido que fuera y ahora solo queremos entrar contigo en el Reino de los Cielos, con aquellos que nos faltan, porque Tú los has llamado a la Gloria de tu presencia”.

La Vera Cruz continuó por Las Torres, con el público acompañándola en gran número, también tras los hachones de cierre. En el segundo tramo, volvieron los banceros al paso en honor a Jesús Mateo. Eran alrededor de las 00:15 horas cuando empezó a caer una fina niebla que no tardó en hacerse fuerte. Hermanos, banceros y autoridades apretaron el paso. El cortejo entraba en el pórtico de San Esteban – las calles vacías, los pocos espectadores que aguantaron, con sus paraguas abiertos, se guarecieron como pudieron en la plaza de la iglesia – al filo de las 00:30 horas. Con la talla bajo techo, Antonio Fernández, vicario general de la Diócesis y párroco del templo de la prédica final, pronunció la Séptima Palabra: ‘Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu’. Los hermanos escucharon la reflexión desde dentro.

“Tememos a la muerte y por eso nos pasamos la vida huyendo de ella. Sin embargo, para el que cree en Dios, para el que contempla y escucha a Jesús muriendo, morir no es nada trágico, no es saltar en el vacío ni entrar en una noche sin fin” meditó Fernández, para añadir que lo que ocurre cuando morimos “es solo lo que le ocurrió a Jesús: que ponemos la cabeza en su sitio. En las manos del Padre”. “Dios es Padre. Y esto lo sabemos porque Jesús así nos lo ha enseñado” reflexionó el párroco de San Esteban, quien animó a los hermanos a tomar la costumbre de hablar con Dios y de tratarle “para vivir la experiencia de su paternidad” en todas las situaciones de nuestra vida.

Finalizada la Palabra, los banceros llevaron a la Vera Cruz a borriquetas, mientras el Alonso Lobo le cantaba a la Inmaculada del altar, ante la mirada de hermanos y espectadores. El consiliario dirigió un padrenuestro en acción de gracias antes de impartir la bendición a los presentes. Y la procesión se cerró como acostumbra: con el Miserere en las voces del Alonso Lobo, dirigido por Luis Carlos Ortiz. Eran alrededor de las 00:45 horas.

La Vera Cruz firmó un desfile brillante, especialmente destacable en cuanto a participación, que quedó deslucido en el final a causa de la lluvia. En el segundo año en que se permitió a los niños desfilar sin capuz, participaron cinco. Como curiosidad, tres de las Palabras fueron pronunciadas por hermanos y hermanas muy jóvenes. Reseñable también la limpieza y restauración a que ha sido sometida la Cruz de Guía. Y la coordinación en el final, en el que los hermanos mantuvieron el decoro y la fila, pese a la lluvia, mostrando el máximo respeto por el misterio que estaban representando.

Galería: Águeda Lucas // Crónica: Berta López

Puedes consultar el resto de procesiones aquí

Fuente y más información en www.juntacofradiascuenca.es

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